¿Dónde comprarse un coche?
Ya desde la guardería, mi hijo Jesús, apuntaba maneras en ciertas cosas. Si a él le gustaba algo, se convertía en todo un experto en la materia y no encontraba competidor a su altura. En cambio, todo aquello que le disgustaba, se convertía en un obstáculo insalvable y Jesús se cerraba en banda y se negaba a aprenderlo o a hacerlo.
En el Colegio la tomó con la educación física y jamás aprobaba la asignatura.
En secundaria, le cogió manía a las matemáticas, y no hubo forma de que entraran en él. Es que ni siquiera lo intentaba, porque en cabezota, nadie le gana a mi hijo.
La diferencia con su hermano José es abismal. Son la noche y el día. José es un todo terreno, capaz de aprender las disciplinas más dispares con la misma eficacia y dedicación.
Pero en fin, cada uno es un mundo y eso que no quiere decir que uno sea peor ni mejor que el otro. Simplemente uno de ellos es de más fácil trato y más llevadero.
Una de las aficiones de Jesús son los coches.
De pequeño ni los miraba, ya fueran de verdad o ya fueran de juguete. Él prefería destripar máquinas, como aparatos de radio, relojes, y pequeños electrodomésticos.
Algunas de mis amigas decían que mi hijo era un genio y que por eso hacías esas cosas.
Genio o no, el caso es que cuando cumplió los dieciocho años, inmediatamente se empeñó en sacarse el carnet de conducir.
Como trabajaba por las tardes con un empleo a media jornada, se pudo permitir pagarse la autoescuela, porque yo me negué a darle el dinero: los coches me dan pánico porque hace años tuve un grave accidente, y por nada del mundo quiero que mis hijos conduzcan.
Pero claro, cuando tu hijo es mayor de edad, poco puedes hacer para contravenir sus deseos.
En un mes ya se había aprendido al dedillo el temario, hecho el examen teórico y las clases prácticas. Sus profesores y compañeros se sorprendían de su facilidad para aprender y de su habilidad al volante.
Y una vez que tuvo el carnet de conducir en la mano, me dijo que quería comprarse un coche.
Resignada, recordé que cuando Jesús quiere algo, lo hace a toda cosa, así que dejé de pelear con él y sólo le pedí una cosa: que me hiciera caso y fuera a ver coches a Automóviles Luis Batalla, porque los conozco desde pequeña y es donde toda mi familia a acudido siempre a la hora de adquirir un vehículo.
Con más de treinta y cuatro años de experiencia, allí no sólo se puede encontrar una amplia gama de marcas y modelos, sino que además, reúnen un buen número de ventajas a la hora de vender coches.
La calidad y los precios son inmejorables. Y uno compra tranquilo, con la confianza de que no van a engañarle ni a venderle un mal producto.
Los amigos de Jesús estaban empeñados en que fuera a ver coches a un concesionario propiedad del padre de uno de ellos. Y no quiero yo decir que sea peor ni mejor, pero conociendo como conozco a Automóviles Luis Batalla, le he dicho que en su lugar, no me arriesgaría.
Y a pesar de que le encanta llevarme la contrario, por una vez Jesús me ha hecho caso, y esta misma tarde ha salido para allá.
A ver qué me cuenta a la vuelta.
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