A veces pienso que me he equivocado de profesión y que debería haber estudiado algo más técnico.
Pero mira por donde a mí me dio por estudiar Derecho y ser abogada, y después de diez años viendo injusticias un día sí y otro no, esperando horas y horas para entrar a un juico por culpa del retraso de los juzgados, y de tratar con todo tipo de clientes (a veces muy extraños, por no decir otra cosa), me di cuenta de que tenía que haber buscado algo más gratificante.
Aprendí mucho, todo hay que decirlo, pero la gota que colmó el vaso fue aquel día que una pareja me encargó su divorcio y al final el cura que los había casado acabó llamándome y hablándome de Dios y del santo sacramento del matrimonio, para convencerme de que debía mediarlos y reconciliarlos… ¿Yo? Pero oiga, que soy abogada y no un árbitro.
En fin.
En este preciso instante, estoy planteándome muy seriamente ser mecánica de automóvil. Sí.
Aprender a reparar coches, saber cambiar el aceite, filtros, una rueda… Y estaréis diciendo que para eso no hace falta ser mecánico y que todo es ponerse. Ya ya.
Pero yo cuando abro el capot de mi vehículo y veo el motor, me dan ganas de llorar, porque me parece tan difícil e inescrutable toda esa maquinaria, que es como si me dieran una sierra y me dijeran que cortara el cráneo de mi amigo Antonio y le examinara los sesos…
Uy qué va, yo los coches aparte de conducirlos, poco más.
¿Y a qué viene toda esa reflexión a estas horas de la madrugada?
Pues porque aquí me tenéis. Tirada en medio de una carretera secundaria, a las tres de la madrugada, después de una fiesta en casa de mi amiga Marta.
He salido de allí hace media hora y de pronto mi coche se ha parado. El motor ha dejado de funcionar sin más cuando estaba en marcha y no hay forma de volver a arrancarlo.
He llamado al servicio técnico y me han dicho que enviarán una grúa, pero como esta carretera está bastante retirada de todas las poblaciones, pues tardarán cuarenta minutos o una hora en llegar.
Menos mal que llevaba encima mi tablet con conexión a internet, y mientras llegan me he puesto a navegar por internet y a contaros en vivo y en directo mi aventura nocturna.
Lo peor de todo es que a lo lejos empiezo a ver rayo y se escuchan unos truenos terribles… Seguro que al final también caerá el diluvio universal 2ª parte…
Y es justo en estos momentos cuando pienso qué bien me vendría ser mecánica de coches y no abogada.
Se yo supiera algo de eso de reparar el coche, ya habría abierto el motor y encontrado el problema. Y ahora ya estaría solucionado y yo durmiendo en mi cama calentita en casa.
Porque claro, lo más probable es que la avería sea una tontería y se arregle en cuestión de minutos.
¿Y cómo voy a saberlo yo?
Si me preguntáis qué dice el artículo mil ciento veinticuatro del Código Civil, os lo digo ahora mismo y os explico qué significa. Incluso os recito de memoria la Constitución Epañola…
Pero un motor de coche para mí es un misterio.
Ya están empezando a caer unos goterones tremendos en el parabrisas…
Lo que faltaba.
Voy a buscar en internet cómo se puede arreglar el coche, por entretenerme, vamos, porque no me a servir para otra cosa.
Deseadme suerte.
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